Ahora está alegre, en un rato se enoja.

Ahora está alegre, en un rato se enoja.

Las emociones son muy cambiantes, por eso es tan importante educar la afectividad de los hijos desde pequeños, para que puedan alcanzar el equilibrio psicológico y la madurez.

Alguna vez nos hemos preguntado si ¿somos vulnerables a nuestras emociones?, o, ¿por qué una persona puede estar alegre y a las pocas horas se encuentra enojada?

Aunque nuestra realidad psicológica está conformada por tres elementos que se interrelacionan: cognición, voluntad y afectividad; es la esfera afectiva la que suele predominar en nuestra conducta, debido a que una emoción está acompañada de una respuesta fisiológica que la fortalece.

Así, podemos notar cómo la alegría por una meta conseguida produce una reacción corporal de relajación, mientras que la frustración frente a un fracaso nos puede generar dolor de cabeza o llanto.
Las reacciones emocionales son inestables, pasajeras, necesitan renovarse constantemente para mantener su efecto sobre la persona. Teniendo en cuenta estas características, las emociones por sí solas no conducen al equilibrio psicológico.
Si solamente actuáramos con base en nuestras emociones, podríamos por momentos demostrar ser personas equilibradas y en otras circunstancias evidenciar inmadurez, si ante los problemas cotidianos nos dejamos llevar por el fastidio o el enojo que aquellas situaciones producen.
Por lo tanto, la esfera afectiva no es la que debe primar en nuestra conducta, sino que tiene que ser regulada por una consistente fuerza de voluntad, que a su vez está normada por sólidas convicciones y metas de vida.

Educar la afectividad: personas estables
Es necesario educar la afectividad desde la niñez, para generar personas estables y fuertes, que sean capaces de tener un adecuado equilibrio psicológico.
Enseñarles a manejar situaciones de frustración; es decir que sepan responder adecuadamente a momentos en los que las cosas no resultan como ellos quisieran o esperan. Por ejemplo: si quiere dulces, pero no ha almorzado, llora, hace berrinches; se cometería un error si los padres en lugar de explicarle al niño que primero debe almorzar, le entregan el dulce para evitar que siga llorando.
Es importante que los niños perciban el cariño y la cercanía de los padres, pero sin llegar a ser engreídos; esto les ayudará a que se descubran confiados de ir teniendo cierta autonomía, porque sus padres están cerca para apoyarlos y corregirlos con cariño si se equivocan, no descalificándolos por sus errores sino alentándolos a mejorar.

Por Ronny Macías García
Psicólogo Clínico

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